«Pero engordó Jesurún, tiró coces (Engordaste, te cubriste de grasa); Entonces abandonó al Dios que lo hizo, y menospreció la Roca de su salvación.»
Al pasar del tiempo, adquirimos recursos y posiblemente nos complacemos con algunos caprichos, no obstante, esa prosperidad provoca una dependencia sobre lo que se ha conseguido e inclusive, genera nuevas necesidades antes inexistentes.
La dependencia sobre nuestros talentos o capacidades provoca una pérdida de la fe en relación a la adquisición de recursos, y conforme más obtenemos, generalmente vamos perdiendo o disminuyendo nuestra fe y dejando en peligro aquello tan preciado en nuestra vida como cristianos.
Creemos que, ya que hemos obtenido tanto o triunfado en la vida, la palabra de Dios ya no es importante y abandonamos la búsqueda y edificación en su palabra.
Tengamos cuidado, cuidemos no perdernos en la satisfacción de los logros. A Dios le gusta prosperar a sus hijos, pero nosotros somos responsables de que hacemos con lo que recibimos y como mantenemos nuestra relación con Él a pesar de riqueza o a pesar de escases. Dios debe de ser siempre nuestra prioridad.